«El doctor Negrín explica al país el momento actual», Abc. Diario al servicio de la República
(Madrid), 29 de enero de 1939. También recogido en: Discurso del presidente Negrín. La voluntad y el sacrificio nos darán el triunfo, 28 de enero de 1939, Madrid, Comisariado del grupo de Ejércitos de la Región Central, 1939.
Españoles:
Ha sucedido lo inevitable: hemos perdido Barcelona. Busca el enemigo que esa pérdida signifique el derrumbamiento de nuestros frentes, el desplome de nuestra retaguardia, para conseguir rápidamente nuestro aplastamiento definitivo.
No lo logrará. Está en nuestras manos evitarlo y lo evitaremos. Son los presentes momentos los más duros y graves de nuestra lucha. Con entereza y serenidad, los resolveremos; pero precisa que todos, absolutamente todos, conserven su sangre fría, conserve el ánimo, dupliquen sus esfuerzos y se pongan con disciplina y abnegación a las órdenes del Gobierno.
Los vacilantes, los desanimados, los decaídos, son, dense cuenta o no, los mejores colaboradores del enemigo. De ellos válense agentes rebeldes e invasores para sembrar el desconcierto, engendrar el pánico y producir un caos que sería la ruina de todos. Que cada ciudadano español se sienta un responsable de la garantía del orden, un instrumento de la voluntad del pueblo para elevar el entusiasmo por la lucha.
Apelación a la sensatez y cordura de todos
El gobierno necesita de la ayuda de todos y la exige.
No os he engañado nunca, y la lealtad de mi conducta me da derecho a reclamar vuestra confianza. Si no queréis sucumbir como un rebaño de corderos y perecer en la extenuación y en la miseria, habréis de prestar oído a mis palabras y obediencia a los mandatos del Gobierno. Tenéis que hacerlo, pues en otro caso vosotros mismos caváis vuestras tumbas. Aprovechando las dificultades de información y los escasos medios para las relaciones del Gobierno con el pueblo, el enemigo esparce bulos y patrañas, que el miedo de muchos agranda para justificar la propia cobardía.
Apelo a la sensatez y a la cordura de mis conciudadanos, a fin de que se evite todo atolondramiento funesto y se ataje la ola de desmoralización que los agentes provocadores ponen en movimiento. Córtese toda indisciplina y fuércense a recuperar la serenidad quienes la hayan perdido. Confío en que mi llamamiento será atendido. Si así no sucediera, el interés de todos y las razones supremas de la salud pública forzarán al Gobierno a aplicar con todo rigor las más severas medidas, sin contemplaciones ni debilidades. Va en ello la convivencia general y la existencia de nuestra Patria. Tened fe en mis afirmaciones y confiad en que el apuro momentáneo quedará salvado. Yo os lo garantizo, si me prestáis el debido apoyo.
Sobreviviremos a este desastre lo mismo que a otros anteriores
Después de la caída de Tarragona pensé dirigirme al pueblo español para explicarle la realidad de la situación. ¿Sabéis por qué no lo hice? Porque no podía confesar mis inquietudes, ni podía hacer nacer en los demás espíritus las ilusiones que yo no compartía. En efecto, mi inquietud era que en las circunstancias en que nos encontrábamos, Barcelona podía difícilmente salvarse de caer en manos enemigas. Revelar mi preocupación podía significar acelerar su pérdida. No podía, pues, hacer que nacieran en vosotros esperanzas sin consistencia, que no respondían a mis convicciones.
Pero hoy puedo asegurar categóricamente que la situación se salvará si todos ponemos en ello nuestro empeño. Hemos sobrevivido a muchos desastres. Sobreviviremos a éste también. El pueblo catalán, que tanto tenía que perder en esta contienda, que, según decía el Presidente Companys, jugábase hasta su nombre en esa lucha, no podía dejarse arrastrar por una psicosis impotente.
Causas de lo ocurrido: los regímenes totalitarios necesitaban una victoria fulminante
¿Qué ha sucedido desde diciembre acá? ¿Cuáles son las causas? ¿Tiene el mal remedio y está ese remedio en nuestras manos? De todo ello voy a hablaros con mi claridad y sinceridad de siempre. Los países que han tomado España como campo de batalla en donde ha de decidirse su hegemonía en el mundo, necesitaban una fulminante victoria que pusiera remate a la guerra.
Nuestra resistencia inverosímil, nuestra ofensiva brillante del Ebro, amenazaban con producir el desplome de la retaguardia facciosa y dar al traste con todos sus planes y combinaciones diplomáticas.
En el mundo entero estaba produciéndose un cambio favorable a España y a su
Gobierno. Reconocían nuestra nobleza y nuestra lealtad gentes que nunca nos habían profesado ninguna simpatía. Se admiraba nuestra bravura, nuestra tenacidad; se admitía que la política de No Intervención era en el fondo, por su carácter unilateral, una política de agresión enmascarada, de la que sin buscarlo ni quererlo resultaban cómplices los neutrales y amigos. Confesábase ya que a ella se debía la violación de Austria y la desmembración de Checoslovaquia, y que todo ello no era, como ya lo habíamos vaticinado, más que el comienzo de la puesta en ejecución del plan imperialista germano-italiano y que tiene como meta la absorción y la sumisión de algunos pequeños países y la destrucción de los imperios pertenecientes a los países democráticos.
Aceptábase que en nuestra santa guerra defendíamos, no sólo la independencia de España, sino la libertad del mundo.
Todo esto constituía grave peligro para nuestros enemigos y sus proyectos. Había que precipitar el resultado y existía una fecha fija. Antes de la primera decena de enero era preciso dar la sensación de que nuestra causa estaba aniquilada. Tenían, por lo menos, que tomar Tarragona, ya que nuestros bravos combatientes habían sabido impedir que en pocos días se viniera al suelo nuestro frente, como se esperaba. Había que tomar Barcelona a tiempo de poder influir y coaccionar las posiciones de otros países.
… Y la No Intervención unilateral nos creaba nuevas dificultades diarias
El esfuerzo de nuestros enemigos ha sido enorme. Acumularon todos los medios, acrecidos con nuevos contingentes italianos y cantidades fabulosas de material en el frente catalán, para enfrentarse con unos ejércitos en los que la acción ofensiva que impidió la pérdida de Levante, había causado el natural desgaste de hombres y medios bélicos.
Nuestra gente se ha batido siempre sin descanso; pero nuestros medios de defensa eran exiguos. La No Intervención creábanos cada día nuevas dificultades, mientras Alemania e Italia volcaban en la zona insurrecta cantidades inimaginables de material. Con heroísmo desarmado no se puede ofrecer resistencia eficaz. Ésa ha si do la causa de nuestros pasados infortunios.No otra.
No me corresponde señalar a los culpables. Para suerte de ellos, nuestro éxito final les preservará de ser unas víctimas más.
El mal tiene el remedio en nuestras manos: el Ejército conserva su moral
¿Tiene el mal remedio? Sí. ¿Tenemos el remedio en nuestras manos? Sí.
A ambas preguntas respondo rotundamente: Sí. Voy a deciros el cómo y el porqué de mi aserto.
Nuestro Ejército no está deshecho; está cansado y en momentos abatido quizás, ante la insuficiencia de sus elementos de combate; pero conserva el espíritu y su moral, que mis palabras vigorizarán.
Nuevas levas encuadradas en las unidades aguerridas que el Gobierno ha traído de la Zona Central, permitirán reconfortar a los combatientes extenuados, dándoles ánimo para resistir en su heroico esfuerzo. La traída de unidades armadas de la Zona Central, venciendo el bloqueo de los rebeldes y fuerzas marítimas y aéreas italo-germanas, es quizá una de las empresas de más arrojo y pericia que se han visto en las guerras modernas. Esto, por lo que respecta a los combatientes.
… Y venciendo el bloqueo marítimo, poseemos acopio tal de armamento que el enemigo se estrellará contra infranqueable barrera
En lo que se refiere al material, venciendo el bloqueo marítimo con audacia que asombra, soslayando las dificultades que ofrece la adquisición de armamento en forma clandestina, a la que nos fuerza la No Intervención y unas leyes que por sarcasmo llámanse de neutralidad y que no sirven, como lo ha reconocido un ilustre Jefe de Estado, más que para favorecer a los agresores, venciendo todos estos tropiezos el Gobierno
ha conseguido considerable acopio de armamento que asegure, bien utilizado, el presentar al enemigo una barrera invencible.
Tenemos la valentía comprobada de nuestros soldados. Tenemos fuerzas de refresco que han de preservarnos de un agotamiento. Tenemos material (ya empezamos a ponerlo en servicio) en cantidad, proporción y calidad que no soñábamos. Ha llegado tarde, como llegó tarde a Madrid; pero ha llegado aún a tiempo, como llegó justo a tiempo en 1936.
Del coraje de los de atrás y del heroísmo de los de delante depende el porvenir de España
Bravura, combatientes frescos, material bélico abundante. Todo esto tenemos. ¿Qué necesitamos además para asegurar una línea infranqueable de resistencia? Necesitamos fe ciega, absoluta, en el resultado de nuestra lucha.
Necesitamos que recobren el dominio de sus nervios quienes lo hayan perdido. Serenos en la retaguardia. Cumpla cada uno su misión cotidiana, considerándola misión de guerra. Júrense los soldados no retroceder un paso cuando el Mando ordene clavarse en el suelo. Que exista la decisión de que el enemigo no rebase una línea más que pasando sobre sus cadáveres, y las líneas se conservarán y habrá menos cadáveres. Quien no cumpla estas órdenes, no cuente con perdón. Vale más el riesgo mínimo de morir como héroes, que la certeza absoluta de ser fusilados como borregos.
¡Ánimo y aliento, españoles de retaguardia y del frente! Tendremos una línea que los invasores no romperán. Del coraje, de los actos de heroísmo, depende la existencia de todos, y lo que vale más: el porvenir de España.
No os dejéis descorazonar por las desgracias. Sea vuestro temple el del acero. Vendrán días mejores, en los que habremos de recordar orgullosos nuestro comportamiento en la adversidad.
¡Españoles: Nada infunde más aliento, nada da más tranquilidad a nuestro espíritu que la conciencia de cumplir el imperativo categórico del deber! Por el deber y por España: sacrificio. La voluntad y el sacrificio nos darán el triunfo.
¡VIVA
ESPAÑA!