Sr. Presidente:
Reciba el testimonio de mi identificación completa con el contenido de su discurso. El gobierno español, y estoy seguro que nuestro pueblo en armas, lo suscribe plenamente.
Por los principios en él enunciados luchamos desde hace dos años y medio.
No por otra cosa.
Los enemigos de la libertad y de la democracia han querido engañar al Mundo sobre el significado de nuestra contienda. Han utilizado para ello la provocación artera en el interior de España y una asfixiante propaganda de patrañas entre la gente de honesto sentir.
Sus maquinaciones y sus embustes han tenido eficacia pero nuestra tenacidad y resistencia van dando tiempo a desvirtuar sus efectos.
El enemigo, convencido de que ha de precipitar los resultados, intenta dominarnos a toda prisa y trata de atemorizar nuestra retaguardia, en combinación con una ofensiva aplastante en los frentes.
Nuestras ciudades en su mayoría indefensas, las que más, escasamente defendidas, son devastadas a diario y nuestra población civil asesinada por escuadrillas alemanas e italianas con tripulantes alemanes e italianos.
Nuestros frentes son acometidos por divisiones italianas, tropas técnicas alemanas y Cuerpo de Ejército de mercenarios africanos, con un empuje brutal y un derroche de material bélico que ninguna guerra ha conocido.
El esfuerzo de nuestro pueblo es sobrehumano, pero su destino no puede ser otro que sucumbir si nuestras manos han de seguir vacías y nuestros estómagos encogidos.
Los puños de una nación hambrienta no podrán, por grande que sea su espíritu, parar el avance del totalitarismo.
También con estos factores, con la extenuación y el agotamiento, cuentan nuestros enemigos.
Contra la potencialidad económica y guerrera de Italia y Alemania no puede luchar indefinidamente un país como España, bloqueado por sus enemigos con la colaboración de neutrales y amigos.
Oblíguese a la retirada de los agresores alemanes e italianos y dénsenos mientras medios materiales y económicos para hacer posible nuestra defensa, que nosotros nos bastamos para liquidar la guerra.
Buena prueba hemos dado de nuestra convicción retirando a los voluntarios internacionales.
Sr. Presidente: El resultado de la lucha en España decidirá lo que ha de ser Europa y marcará el rumbo de lMundo en el porvenir.
La Historia será inexorable con aquellos hombres de Estado que hayan cerrado sus ojos a la evidencia, y con los que por indecisión hayan dejado poner en riesgo los principios de tolerancia, convivencia, libertad y sana moral que inspiran a la Democracia.
Cada minuto que se tarde en adoptar medidas es un río de sangre y dolor pero es también una trinchera más que pierde la causa de la Justicia.
Estoy seguro de que triunfaremos mas si el Destino y la impasibilidad de los demás lo impidieran resistiremos hasta el aniquilamiento.
Si pereciéramos habríamos al menos cumplido como colectividad nacional con nuestra misión histórica y como individuos con el mandato de nuestra conciencia.
Sr. Presidente, sus palabras llenas de emoción religiosa y humana
significan para nosotros ánimo y aliento.
Gracias por ellas en nombre de España y en el mío propio.
J. Negrín