Foto: Nicolás Chesa (izquierda) y José Medina, presidente de la Fundación Juan Negrín.
Por Nicolás Chesa Ponce (*)
Durante los primeros años del siglo XIX se crean en Europa dos modelos universitarios: el francés y el alemán. En 1806 Napoleón crea la Universidad Imperial como una corporación estatal centralizada y con sedes en provincias bajo el principio de que la enseñanza es un privilegio del Estado. Con ello la Universidad de París, que había sido creada en el siglo XII, pierde su autonomía y pasa a depender del ministerio que nombra a los profesores y decide las materias de enseñanza. Para Napoleón la misión principal de esta universidad es crear ciudadanos con un saber útil y práctico a la sociedad.
Paralelamente en 1810 Humboldt consigue convencer al rey de Prusia que funde en Berlín una universidad con un concepto opuesto al francés. Se crea una institución donde los profesores sepan transmitir al alumno el proceso de descubrimiento del conocimiento fomentando la investigación científica en la propia universidad que contaba con laboratorios bien equipados. Con ello Alemania consigue en la segunda mitad del siglo XIX la primera posición entre las instituciones internacionales y desde 1870 se mantuvo hasta el comienzo de la segunda guerra mundial a la cabeza del mundo científico.
Mientras tanto la situación de la universidad en España pasa por sus peores momentos. La guerra de la Independencia y el reinado absolutista de Fernando VII produce un colapso en estas instituciones y los profesores liberales se tienen que exiliar. El posterior reinado de Isabel II es un periodo intermedio entre anterior y la recuperación del último cuarto del siglo XIX. En 1907 la creación de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) supuso un aldabonazo en el desarrollo de la ciencia en España intentando acabar con el aislamiento que se había padecido en la centuria anterior. Se trató de formar personal docente con el fomento del estudio científico a base de un intercambio con la ciencia europea. Para conseguir este fin la JAE crea una serie de instituciones científicas y una política de becas, llamadas pensiones, que permitió a los jóvenes acudir a formarse en los principales centros científicos europeos.
Entre las instituciones que crea la JAE está el Laboratorio de Fisiología en 1916 poniendo al frente del mismo al doctor Juan Negrín recién regresado de Alemania donde se había formado como médico. Este supo aglutinar a su alrededor un numeroso plantel de jóvenes dedicados a la investigación científica de la que salieron varios catedráticos de universidades. Entre los discípulos de Negrín figuran cuatro médicos canarios.
Domingo Hernández Guerra nace en Tejeda (Gran Canaria) el 16 de febrero de 1897 y en 1913 llega a Madrid siendo nombrado tres años más tarde ayudante del laboratorio de fisiología del Dr. Negrín. Se licencia en medicina en 1922 y en 1925 lee la tesis doctoral ganando al año siguiente la cátedra de fisiología de la Universidad de Salamanca. Pero en la madrugada del 2 de octubre de 1932 fallece mientras dormía con lo que se trunca una personalidad que estaba llamada a conseguir los más altos puestos en el saber por su capacidad científica y sus dotes de organizador y maestro.
Diego Díaz Sánchez nace en Las Palmas el 1 de noviembre de 1911. Tras cursar el bachillerato con brillantes notas en su ciudad natal llega a Madrid en 1928 para estudiar medicina. Alumno interno por oposición en el laboratorio de Fisiología finaliza la licenciatura en 1934. La guerra civil le obliga a exiliarse en 1939 a Francia y se establece en Toulouse donde ejercerá como médico hasta el final de sus días tras revalidar los estudios y leer la tesis doctoral en 1951.
Pedro de la Barreda Espinosa nace en El Hierro el 11 de mayo d 1907. En 1926 como alumno interno se incorpora al laboratorio de fisiología del Dr. Negrín. Pensionado por la JAE permanece tres años investigando en Alemania y lee la tesis doctoral a su regreso en 1934. Después de la guerra civil es deportado a Soria donde permanece tres años. Cumplida la condena regresa a Madrid en 1942 incorporándose a la catedra del Dr. Jiménez Díaz permaneciendo en la Fundación como jefe de Medicina Interna hasta su jubilación en 1978.
Por último, Blas Cabrera Sánchez, aunque nació en Madrid en 1907 lo consideramos como canario ya que descienden de familias nacidas en las islas. Entre 1923 y 1929 estudia medicina en Madrid. Trabaja en la catedra de fisiología y lee la tesis doctoral en 1936. Colabora con Negrín siendo este Ministro de Hacienda y luego como Presidente del Gobierno y al finalizar guerra civil se exilia a Méjico donde fallece en 1983.
(*) Resumen de la conferencia pronunciada por Nicolás Chesa Ponce el 15 de noviembre de 2017 en la Fundación Juan Negrín con motivo de la designación de 2016 “Año de la Fisiología, en conmemoración del primer centenario de la creación del Laboratorio de Fisiología dirigido por el Dr. Juan Negrín”, por la Sociedad Española de Ciencias Fisiológicas (SECF), con la finalidad, de revivir el espíritu del Laboratorio entre profesores, investigadores y estudiantes de toda España.