En el plazo de un año el historiador Manuel López Franco prevé publicar la investigación en la que se haya inmerso desde hace “seis o siete años” y que se centra en la marina republicana y la Base Naval de Cartagena, en el marco de la guerra civil.
López Franco ha encontrado en el Archivo Negrín documentos que confirman las conclusiones del trabajo que realiza bajo la supervisión técnica del profesor Pedro María Egea Bruno, de la Universidad de Murcia.
Entre otras consideraciones, describe cómo el corporativismo entre mandos militares primó en ocasiones sobre la lealtad a la República.
“Este (el Negrín) es uno de los archivos más importantes a mi entender que hay en España; de hecho, la documentación que hemos encontrado aquí vienen a reafirmar nuestras conclusiones. Son piezas clave en el puzle de la investigación”.
La descripción de los fondos del Archivo colgada en esta página web fue la razón que animó a López Franco a viajar hasta Gran Canaria para pasar una semana dedicado a consultar documentos en la sede de la calle Reyes Católicos, 30.
La clave de su investigación es el conflicto político-militar que se desarrolla en el seno de la flota republicana durante la guerra.
“Entre los mandos del cuerpo general hay republicanos, pero también partidarios del bando rebelde, que están allí porque no han tenido la oportunidad de pasarse al bando nacional”.
Hubo dos sistemas de control. El primero son los comités de marinos que mantienen los barcos en manos de la República cuando ciertos mandos intentan llevárselos al lado rebelde. “Ese es el primer elemento, que es más político que militar, pero después, pasada la efervescencia revolucionaria, las cosas van yendo más por el camino del orden, se instaura la figura del comisario político y desaparecen los comités por decreto”. Prieto realiza ambos cambios.
La convivencia de los militares con los comisarios políticos que crea Prieto no es pacífica: “Los mandos ven cada vez con más desdén que un civil fiscalice y controle su labor militar. Hay una serie de tensiones y estas tensiones dan como resultado que, efectivamente, al final de la guerra, la figura del comisario tenga ya muy poca influencia”.
El último Estado Mayor de la flota, relata, es un Estado Mayor completamente pronacional dentro de la flota Republicana.
Esta situación daría lugar a la sublevación de Cartagena el 4 de marzo de 1939 (contra el Gobierno de Negrín) y a la salida de la flota con destino a la base francesa de Bizerta (en el protectorado francés de Túnez) donde gran parte de los marinos son recluidos en un campo de concentración en el desierto.
El investigador murciano expone que la semana que ha pasado en la Fundación Juan Negrín ha sido “muy fructífera” y señala: “Lo que he encontrado aquí es una confirmación de mi investigación porque por ejemplo he encontrado un documento del Servicio de Investigación Militar (SIM)), en el que se pone de manifiesto que parte de los mandos de la flota del cuerpo general no son leales y que existen evidentes tensiones entre los comisarios políticos y los mandos”.
Otros de los hallazgos en el archivo grancanario se refieren a varios escritos del comisario general de la flota “don Bruno Alonso, el cual también se queja al ministro de las tensiones que existen con el jefe de la flota y el jefe de la base naval”.
La investigación desvela un alto grado de corporativismo entre los mandos de la flota fieles a la República que, a pesar de saber que algunos de sus compañeros son partidarios de los rebeldes de Franco, prefieren encubrirlos a delatarlos.
“En cambio el comisario político estaba más por descubrirles, por desenmascarar su actividad de sabotaje”, precisa López.
Esta lealtad no fue recompensada por Franco, y, a pesar de sus esfuerzos por congraciarse con el dictador, muchos de ellos tuvieron que dejar la carrera militar. “Franco fue bastante inmisericorde y cruel con los suyos incluso con los que habían quedado en la zona republicana e hicieron todo lo posible para que la marina republican no fuera ofensiva y se dedicara solo a proteger convoyes”.