Como descendiente de Juan Negrín y alguien que tuvo el privilegio de ser educada por él durante sus últimos años de vida, intuía tal como lo puede intuir una niña, sus objetivos, sus ilusiones y sus desilusiones. Es difícil borrar de mi memoria el dolor tan profundo que debió sentir: dolor por los muertos que no pudo evitar; dolor por una España vencida, humillada, mal tratada y olvidada; dolor por no haber podido convencer a sus aliados naturales de la urgencia de salvar la República y la democracia en su país; dolor por no haber logrado hacerse entender en los momentos más difíciles por sus propios correligionarios; dolor por el alejamiento impuesto de los suyos y de su patria.
No obstante tengo también la inmensa satisfacción de saber que entendió mejor y antes que nadie el peligro que representaba el fascismo, un fascismo que solo pudo ser derrotado tras la Guerra de España y una larga guerra mundial. También me enorgullece saber que un día, un 1° de abril de 1939, logró mantener viva, pese al exilio, la República y sus ideales.
La Fundación Juan Negrín comprometida con la verdad, no acepta “el pasivo de la nostalgia sino el activo de la memoria”. Ocultar el rigor de los hechos, no consolida la paz, tan solo la perjudica. A aquellos que dicen ¿para que remover el pasado? contesto que una democracia solo puede fortalecerse encarando su pasado, a veces grato y a veces no tan grato. Los conflictos no surgen de la memoria, surgen del olvido, surgen precisamente por no haber sabido consolidar la paz tan buscada, dejando persistir las causas y las llagas, dejando perdurar las huellas del fascismo y por la incapacidad de enfrentar una verdad dolorosa. Esta verdad se encuentra, en parte, todavía hoy en día enterrada en fosas comunes, escondida en la identidad falsificada de decenas de miles de niños, en el olvido del sufrimiento de miles de mujeres, maltratadas en las cárceles y fuera, en la memoria del exilio. Porque la transición es una cosa, pero la reconciliación es otra.
Afortunadamente, y pese a la larga historia revisionista, hoy en día, hay historiadores que van directamente a las fuentes y que, basándose en la documentación existente, han podido reconstruir poco a poco la historia, tal y como fue y no como algunos intentaron reinventarla.
La tarea de nuestra Fundación ha sido emprendida para la memoria de mi abuelo Juan Negrín y para la de los cientos de miles de compañeros que compartieron su suerte durante la guerra y en el exilio, para todos aquellos que durante casi cuarenta años fueron silenciados, y sobre todo para que las generaciones futuras puedan conocer y enorgullecerse de un pasado que les quisieron robar.
Carmen Negrín
Presidenta de Honor